jueves, 17 de mayo de 2012

ALMOGABARS/ ALMOGÁVARES, LOS GUERREROS OLVIDADOS


Los Almogávares eran pastores que vivían en las montañas pirenaicas, a la llegada de los árabes no podían realizar su labor de llevar al ganado a los pastos de los valles de invierno, ya que estos estaban ocupados por los invasores sarracenos, acabando arruinados. Para huir de la hambruna se van organizando en bandas, incluso llegan a las tierras moras, y con el tiempo se profesionalizaron, olvidándose de sus origenes pastoriles.

Poco a poco se fueron curtiendo como unos grandes guerreros curtidos debido a la vida tan dura que tenían, y fueron grandes virtuosos en el uso y manejo de sus armas. Eran de constitución musculosa y muy ágiles. Se convirtieron en los soldados más bravos y temibles de la época, en las tropas de choque de la Corona de Aragón formadas por la infantería ligera. Con el avance de los cristianos hacia el sur, acompañaban a los ejércitos y actuaban junto a ellos para repartir el botín.

Con Jaime I participaron en las conquistas de Valencia y Mallorca, y Pedro I el Grande contó con ellos para la conquista de Sicilia; fueron los árabes los que les bautizaron como AL-MUGAVAR (los que hacen algaradas). 
Sobre el origen del nombre existen diversas teorías: su origen en la palabra árabe al-mugavar («los que provocan disturbios») o en al-mukhavir («portador de noticias»), y finalmente una tercera teoría sostiene que viene del adjetivo gabar, que se traduce como «orgulloso» o «altivo». 

Los almogávares fueron unas importantes tropas de élite formadas por infantería ligera, activos en el Mediterráneo entre los siglos XIII y XIV. Sus mujeres les acompañaban siempre, ocupándose de cocinar, cuidar a los heridos o enfermos, controlar prisioneros, y en algunas ocasiones como la descrita por Muntaner en Galípoli, el propio peso de la defensa armada de la Compañía ante la ausencia de sus varones.

Se empieza a tener noticias de este cuerpo a partir de principios del siglo XIII, cuando solían hacer incursiones en tierras musulmanas (de una duración de uno a dos días), estructurados en escuadrones de doce hombres, comandados por un almugaten (del árabe al-mucaddem, «el capitán», «el que dirige») y si era una operación de mayor envergadura por un adalid (del árabe al-dalla, «enseñar el camino», "guía"), de designación real.

Estas tropas estaban integradas por oficiales hispánicos aragoneses y catalanes, y una tropa formada principalmente por campesinos y pastores oriundos de los valles pirenaicos (aunque los había de muy diversa procedencia: valencianos, navarros, mallorquines e incluso sicilianos). Los almogávares habían sido arruinados por las continuas incursiones de los invasores árabes y actuaron como mesnada al servicio del rey de Aragón. Se caracterizaban por ser tropas de choque de infantería que combatían a pie, con armas y bagajes ligeros, generalmente con un par de lanzas cortas (azconas), un cuchillo largo (llamado coltell o cultro y a veces un pequeño escudo redondo como única defensa. Llevaban la barba crecida y vestían pobremente, únicamente un camisón corto (tanto en verano como en invierno), llevaban un grueso cinturón de cuero y calzaban abarcas de cuero. Además siempre llevaban consigo una buena piedra de fuego, con la que antes de entrar en batalla solían golpear sus armas, por los que estos echaban unas enormes chispas, que unidos a sus terribles gritos, aterrorizaban a sus enemigos. De gran valor y fiereza, entraban en combate al grito de «Desperta Ferro! Matem, matem», «San Chorche o Sant Jordi!» y «Aragón!»



Imaginemos por un momento la escena previa a una batalla almogávar. Estamos en el amanecer. Los almogávares golpean sus escudos y armas entre sí y con el suelo creando con ello un paisaje espectacular y terrorífico a la vez.


El Hierro Almogávar empieza a despertar. Son los momentos previos al choque brutal entre los dos ejércitos decididos a exterminarse. Y el efecto psicológico es determinante. La marea almogávar conoce bien su trabajo y se dispone al mismo con entusiasmo y alegría. Las chispas de los golpes de sus hierros iluminan una mañana que todavía se caracteriza por una obscuridad decadente de una noche que llega a su fin.


"Sal de su sueño frío, oh Arma Almogávar. Es hora de calentarte de la sangre del enemigo"


Los Almogávares son invencibles y lo saben. Para ellos combatir es una necesidad. Bajo los pendones de Aragón y san Jorge, miles de Almogávares se disponen para la hora del sacrificio, ansiosos por atacar. Pero antes de que llegue ese preciso momento, es necesario el despertar del hierro de sus armas, aunque más importante todavía es el despertar del hierro de sus almas, porque el Alma Almogávar es indestructible.


El desasosiego y pavor  que debía sentir el enemigo queda reflejado en la reacción del espectáculo que produjo entre chispas y gritos almogávares, previos a la batalla de Plana de Gagliano (Sicilia), en el Conde de Brienne, el jefe del ejército francés que exclamó:


"¡Dios mío!, ¿Qué va a ser esto? Hemos tropezado con diablos, pues los que despiertan al hierro, parece que han de pelear con mucho valor"


Fueron cuatro los mejores y más representativos almogávares caudillos: Roger de Flor, Roger de Entenza, Muntaner y Berenguer de Rocafort. Cuatro hombres que representan los puntos cardinales de la expedición almogávar.

Los inicios: Península Ibérica y Sicilia 

Tras combatir en la Reconquista y en el sur de la península Itálica, realizaron sus gestas más importantes en Oriente, principalmente en el Imperio Bizantino durante el siglo XIV. La expedición de los almogávares al Imperio Bizantino es fruto de tres situaciones:

Federico II de Sicilia quería deshacerse de los almogávares, ya que estaban causando desórdenes en la isla al haberse quedado sin ningún cometido tras firmarse la paz de Caltabellota (1302). Este acuerdo puso fin a las luchas y la casa de Anjou, dejando Nápoles para Carlos II de Anjou y Sicilia para Federico. 


Después del mismo acontecimiento, el antiguo templario Roger de Flor (Brindisi 1266 (?)- Adrianopolis 1305) tenía interés en no ser entregado por sus antecedentes en manos de sus adversarios, ya que Federico tenía muy buena relación con la Santa Sede y tuvo miedo de que la orden del Temple lo reclamara. 


El emperador bizantino Andrónico II Paleólogo tenía urgente necesidad de tropas para conjurar el peligro turco que avanzaba desde Asia Menor. 


Se forma así la Gran Compañía de los Almogávares,  teniendo al frente a Roger de Flor, que pidió esposa y el título de Mega Dux, al emperador bizantino, lo cual le fue concedido. La expedición zarpó de Sicilia en el verano de 1302 contando con 32 naves y 2.500 soldados, que, junto con sus mujeres e hijos, contabilizanban un total de 7.000 personas.

Los almogávares en el Imperio bizantino

Tras su llegada a territorio bizantino, y tras una escaramuza con unos genoveses que deja a 3.000 de ellos muertos, entran en batalla contra los turcos, terminando con la vida de unos 13.000 (todos los varones mayores de diez años, no se hacían prisioneros). Prosiguen obteniendo grandes éxitos en su lucha, tomando Filadelfia, Magnesia y Éfeso, y obligando a los turcos a retirarse en Cilicia y en Tauro. Ramón Muntaner, uno de los integrantes de la expedición, narra en su Crónica de los Almogávares que en la batalla de Monte Tauro se enfrentaron a un ejército de unos 40.000 turcos, que se retiraron tras perder aproximadamente 18.000 hombres.

Sin embargo, luchas de poder y problemas de avituallamiento hacen que se encaminen hacia Tesalia, que un siglo antes había caído en manos de barones francos tras la Cuarta Cruzada, y no había sido recuperada por los emperadores de Nicea al tomar Constantinopla.

En 1304, el emperador de Bizancio nombra césar a Roger de Flor, lo cual fomenta las intrigas palaciegas. Tras pasar el invierno en Gallípoli, planean regresar a su lucha contra los turcos, pero Miguel, hijo del emperador, invita a Roger de Flor a una celebración en su honor en Adrianópolis. Tras los festejos, unos mercenarios alanos contratados para tal efecto asesinan a Roger de Flor y a la guardia que lo acompañaba: era el 4 de abril de 1305. Confiaban que los almogávares, sin líderes, se rindieran. Éstos, hacen justo lo contrario, comienzan la llamada «venganza almogávar», arrasan pueblos y aldeas y derrotan a los griegos. Alarmado el Emperador, manda un gran ejército contra ellos, pero los almogávares se alzan con la victoria, matando a unos 26.000 bizantinos. A continuación persiguen a los mercenarios alanos, asesinándolos a todos menos a sus mujeres: 8.700.

Los almogávares y el ducado de Atenas

Terminada su venganza, los almogávares forman un consejo de gobierno  y son contratados por el duque de Atenas para luchar contra los griegos. Sin embargo, una vez realizado el trabajo, el barón franco se niega a pagarles y los almogávares se enfrentan a él, derrotándolo en la batalla del río Cefis (1311) y toman posesión del ducado en nombre de la Corona de Aragón, negándose a devolverlo al teórico legítimo heredero del barón. El Papa los insta a devolver el territorio, pero al negarse, los excomulga en 1318.

En este periodo, los almogávares aprovechan para ampliar sus territorios con Neopatria (las tierras del duque de Tesalia, muerto sin descendencia), pasando estas tierras al control de la Corona de Aragón.

En 1331, un fuerte ejército armado en Francia con el beneplácito del Papa intenta recuperar Atenas, pero es derrotado. El dominio de los reyes de la Corona de Aragón sobre estos ducados se mantuvo hasta 1391.

 La historia de los almogávares en el cine y la literatura 

Sobre ellos se han escrito numerosas novelas históricas (entre ellas Bizancio, de Ramón J. Sender).


La novela "Almugávares, via sus!", escrita por Chusé L. Bolea, también ha tratado sobre estos  grandes guerreros. Este estudio es el resultado de siete años de investigación histórica de la mítica figura de los almogávares. Una parcela de la historia aragonesa a la que hasta ahora no se le había prestado el interés que merece, y a la que Chusé Bolea le ha dedicado entusiasmo y minuciosa objetividad. Un apasionante viaje que nos acerca a la presencia de Aragón a lo largo del Mediterráneo.

En sus más de setecientas páginas y más de mil cien notas al pie, se recopila toda la información que el estudio de las fuentes medievales aragonesas, catalanas, griegas y francesas aportan al conocimiento de los ejércitos almugávares.

Esperamos que, a pesar de su extensión, se os haga una lectura amena y que contribuya a despejar dudas sobre la historia y los orígenes de esta parte de nuestros antepasados.

También podéis oír sus hazañas, musicalmente,  en el último trabajo que el grupo aragonés Lurte ha realizado bajo el título Neopatria. Asperamos que tos faiga goyo sentir-lo e esmachinar ixa epoca en a que ARAGÓN estió gran, chilar con rasmia con yo: ESPIERTA FIERRO!!!

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